Que caer está permitido, pero levantarse es obligatorio. Que
sólo fracasa quien no lo intenta. Que amigos de verdad se cuentan con los dedos
de una mano, que si te rindes ya estás vencido y que siempre decepciona quien
menos te lo esperas. Que las malas rachas siempre pasan, que tu vida no es gris,
es del color del que tú la quieras pintar. Que hay días en los que te crees una
desgraciada y momentos en los que consideras que no puedes estar mejor. También
he aprendido que hay que dejar irse a las personas para extrañarlas y que no
sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Que un beso no significa nada sin no
hay interés, y que de nada sirve el interés si no hay beso. Que ser precavido no
es ser cobarde y que la llamada a la tranquilidad en un momento de histerismo
puede dar lugar más que a la calma al desasosiego. Que los sueños, sueños son, y
que me encantaría poder guardarlos para poder verlos en DVD. Que para superar
los miedos hay que enfrentarlos y que un “yo nunca” puede dar lugar a un “eso me
pasa por abrir la boca”. Que la humildad es la clave del éxito y la amabilidad
quien lo mantiene vivo. Que la distancia no hace el olvido, pero cada kilómetro
duele. Que nada es para siempre, pero que aquellos recuerdos te hacen sonreir
aunque jures que lo odies. Que el silencio puede hacerse lo más incómodo del
mundo provocando una inquietante sensación de misterio, o ser el momento cumbre
de la conversación al no haber nada que decir. Que siempre suena la canción en
el momento más oportuno y que las casualidades no existen. Que todo está
conectado, que nada es producto del azar y que hay que empezar a superarse desde
ya, que el destino es cruel.
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